gasto
El título de este artículo hace referencia a una palabra aún no incorporada en los diccionarios brasileños. En Portugal, sin embargo, ya ha sido avalada por el reputado diccionario de la Academia de Ciencias de Lisboa, que la define como la “práctica que consiste en el desembolso exagerado de dinero, en la realización de gastos o gastos excesivos y de escasa utilidad evidente”. , especialmente por parte del Estado u otras entidades públicas”.
En la campaña electoral reciente, no escuché a ningún candidato a ningún cargo mencionar el recorte de gastos innecesarios. Por el contrario, muchos defendieron, muchas veces como un mero llamamiento demagógico, la ampliación de los gastos.
Es razonable admitir que algunas propuestas de nuevos gastos están justificadas, pero deben ir acompañadas de medidas encaminadas a la contención del gasto, de lo contrario su financiación se hará a costa de elevar la conocida alta carga fiscal, o de un aumento irresponsable de la deuda pública.
Además de los eventos climáticos extremos, no se puede ignorar que el próximo gobierno enfrentará un escenario internacional adverso, con inflación y recesión en los países desarrollados, desaceleración económica en China impactando en las exportaciones de materias primas, crisis energética en Europa, hambre en África y una trayectoria impredecible. en la agresión de Rusia contra Ucrania.
En el contexto de las enormes necesidades del Estado brasileño, sería aconsejable, aunque improbable, implementar un programa de reestructuración del gasto público, que honre la eficiencia, proclamada en el art. 37 de la Constitución, y eliminar el gasto.
Existe una lista inagotable de gastos que drenan los ingresos y comprometen la prestación de los servicios públicos: el malvado presupuesto secreto, fuente permanente de malversación de dinero público y corrupción; los cargos de diputados en el Poder Ejecutivo de la Unión, Estados y Municipios; cuotas de “representación” parlamentaria; la retribución y “asesoramiento” de los concejales de pequeños municipios, que subsisten a expensas de las transferencias; la remuneración de los agentes públicos por su participación en directorios de empresas estatales; el horario de trabajo de la policía militar, que permite la prestación de servicios privados o la participación en “milicias”; las “indemnizaciones” en los Poderes Legislativo y Judicial, y en el Ministerio Público; el exceso de representaciones diplomáticas en el exterior, sin ningún fundamento económico o político; vacaciones dobles y conversión en remuneración, vacaciones especiales y recesos en el Poder Judicial y el Ministerio Público. ¿Utopía? Seguramente.