Solo ilusion
Fuente: O Globo, 25/05/2009
La planificación centralizada terminó en la basura de la historia, pero la idea del “estado fuerte”, capaz de inducir el desarrollo y mucho más, ha sobrevivido como una bacteria resistente. Es cierto que existen funciones clave para el estado en una sociedad moderna. Incluso, por supuesto, en la economía, dado el papel central de los bancos centrales, su acción en la crisis actual es una prueba.
Pero, en la vulgata que quedó de este pensamiento, clásico de la izquierda, hubo una confusión entre los adjetivos "fuerte", "eficiente" y "hinchado".
No todos los estados fuertes son eficientes, al igual que un estado inflado de servidores no es necesariamente fuerte, y mucho menos eficiente.
El gobierno de Lula se perdió en esta confusión, que no es semántica.
Hasta el momento, ha contratado alrededor de 200 mil funcionarios, inflando el contingente de funcionarios en más de un 20%, con la idea de que así constituiría un Estado fuerte y eficiente. Toda una ilusión costosa.
Basta comprobar si ha habido alguna mejora notable, proporcional al crecimiento de la maquinaria burocrática, en el servicio a la población. La respuesta es "ninguna". O si este estado “fuerte” logra contener la deforestación en la Amazonía, limpiar los ríos, brindar seguridad a los ciudadanos. La respuesta es “no”, porque el modelo seguido por el gobierno fue el del estado hinchado e ineficiente.
Detrás de la cuestión está el problema del costo total de este servicio civil para la sociedad, y no solo en salarios, sino en pensiones y costos en general. Tinta, se han invertido horas de trabajo en Brasilia para demostrar con cifras supuestamente irrefutables que, contrariamente a lo que se podría pensar, el contingente de funcionarios públicos es incluso pequeño, como lo demuestran las comparaciones con países desarrollados.
Ahora, se comparan diferentes realidades, lo que da sentido a la evaluación en sí. No es posible considerar fríos porcentajes de participación de los servidores públicos en los distintos mercados laborales sin tener en cuenta el nivel de ingresos de cada país, las respectivas cargas tributarias y el ámbito de actuación de cada burocracia.
Desde este punto de vista, el correcto, un país con una carga tributaria como Brasil y una hoja de funcionarios que es uno de los principales rubros del gasto público -y en constante crecimiento- tiene un estado hinchado, cuyo costo se ha vuelto insoportable sociedad. Reformar este gigantesco organismo deforme, corporativista e ineficiente será, tarde o temprano, una de las prioridades nacionales.