Crimen Transnacional

La estructura criminal en Brasil se sofisticó, con niveles de gobernabilidad y amplió sus operaciones en el país y en América Latina

Edson Vismona - Examen/Brújula
06/06/2022

El desempeño de las organizaciones criminales en nuestro país es conocido en toda la sociedad y ha sido combatido por las fuerzas policiales y de inteligencia, el Ministerio Público (federal y estatal), la Receita Federal y el Poder Judicial. 

Desde principios de este siglo, sin embargo, hemos visto un crecimiento no solo en términos de presencia en nuestras fronteras (articulando el contrabando, especialmente de cigarrillos y tráfico de drogas y armas) y en las ciudades, sino también como expresión de los intereses financieros, logísticos y en el uso de armas pesadas, frente al Estado. 

La estructura criminal se sofisticó, con niveles de gobernabilidad, expandiendo su acción en todas las regiones de Brasil y avanzando por los países sudamericanos, aumentando su poder y, según el informe de expertos en la lucha contra el crimen organizado, infiltrando los tres poderes del República e influir en las elecciones. 

Los tentáculos se sienten en ciudades asediadas por lo que se llama el “nuevo cangaço” que promueve el robo de bancos, empresas de transporte y crea reserva de mercado en las comunidades vendiendo cigarrillos, carga robada, TV por cable, bienes raíces, estructurando el tráfico de drogas y armas. , distribución de combustible, gas y electricidad. Ocupan el espacio que debería corresponder al Estado. 

Ya tuvimos escenas insólitas de “salves” paralizando la mayor ciudad de Brasil y articulando rebeliones en cárceles de todos los estados de la federación.  

Esta realidad demuestra que debemos invertir más y mejor en su lucha de manera coordinada, utilizando información e inteligencia, especialmente para atacar transacciones financieras y operaciones de lavado de dinero. 

Avanzamos con la creación de GAECOS en el Ministerio Público; Centros de Inteligencia y Control en los Estados; de la Secretaría de Operaciones Integradas y el Centro Integrado de Operaciones Fronterizas en el Ministerio de Justicia y Seguridad, Programa Integrado de Protección Fronteriza en la Dirección de Seguridad Institucional, pero faltó el fortalecimiento del COAF - Consejo de Control de Actividades Financieras. 

Comprender la dimensión del problema debería ayudar a identificar los medios para combatirlo. Toda la estructura estatal existente debe estar cada vez más integrada y coordinada, utilizando tecnología, cruzando información y mapeando áreas delictivas, recolectando datos y, fundamentalmente, compartiéndolos entre instituciones. 

Tuve la oportunidad de visitar el Centro Nacional para la Coordinación de los Derechos de Propiedad Intelectual en los Estados Unidos (IPR Center) y ser testigo de una experiencia muy interesante: un espacio que reúne de manera permanente a representantes de 25 agencias federales de los Estados Unidos y de los gobiernos de Canadá y México, evaluar amenazas, definir acciones y compartir información, este último punto, en la visión de los estadounidenses y también por lo que identificamos en Brasil, es el mayor desafío. Quienes tienen la información se resisten a compartirla, creando serios obstáculos a las acciones. En un discurso, el Secretario de Justicia de EE. UU. dijo que el 11 de septiembre demostró cuán dañina puede ser la falta de intercambio de información entre agencias. 

En Brasil, el Tribunal Federal de Cuentas presentó, en 2018, un informe que evalúa la aplicación de recursos en el control de nuestras fronteras e hizo importantes recomendaciones para los responsables de la seguridad: Desarrollo de trabajo integrado y coordinado entre agencias; promoción de coaliciones; enfrentar diferencias, identificar conflictos, mapear procesos. 

Internamente, la promoción de estas iniciativas representa un gran desafío, sin embargo, debemos considerar que debemos enfrentar un desafío aún más complejo, para emprender esta actitud cooperativa entre países, que también sufren por la presencia de organizaciones criminales que operan en sus territorios, desafiando la soberanía y atentar contra la seguridad pública. Argentina y Paraguay ya identificaron acciones estructuradas por ramas de la facción criminal brasileña más articulada. Las autoridades argentinas incluso señalan vínculos con Hezbollah, que ha fortalecido la logística para el tráfico internacional de drogas y armas. 

Las acciones de los delincuentes son cada vez más audaces. Un triste ejemplo ocurrió recientemente con el asesinato del fiscal paraguayo Marcelo Pecci, activo en la lucha contra el crimen organizado, y, no olvidemos, el asesinato del juez brasileño Antonio Machado Dias, encargado de prisiones en el interior de São Paulo en 2003. Estos crímenes y las constantes amenazas que sufren fiscales, jueces y policías que luchan contra facciones criminales en Brasil y países de América Latina dan fe de la necesidad urgente de una conexión más intensa de las fuerzas policiales y de inteligencia entre países.  

Para combatir el crimen transnacional es imperativo que existan acciones institucionales permanentes que permitan la interacción entre gobiernos, ministerios públicos y poder judicial. Ciertamente, las disputas ideológicas no pueden impedir el fortalecimiento de esta estrategia de defensa de la seguridad pública latinoamericana.

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