La Ley Anticorrupción cambia el entorno empresarial en Brasil

por ETCO
27/06/2014

La entrada en vigencia de la Ley 12.846, que establece nuevas reglas para el castigo de los actos de corrupción en las empresas, introduce nuevos paradigmas en el entorno empresarial del país.

Después del período de 180 días para adaptarse a las nuevas reglas, la llamada Ley Anticorrupción entró en vigencia el 29 de enero. Sancionada por la presidenta Dilma Rousseff en agosto de 2013 en respuesta a la ola de protestas en junio, la Ley 12.846 se dirigirá a las empresas que cometen actos contra la administración pública. El cambio representa una ruptura de paradigma desde el punto de vista legal, ya que las reglas anteriores solo castigaban a las personas, dejando de lado a las empresas.

Hasta entonces, las empresas que se beneficiaban de la corrupción se limitaban a pagar a los abogados de sus ejecutivos, y las acusaciones de irregularidades administrativas y ofertas de cartas marcadas casi siempre se enfrentaban a la dificultad de presentar pruebas. Para el abogado Leonardo Ruiz Machado, responsable del área de Integridad Corporativa de Machado Meyer Sendacz y Opice Advogados, la nueva ley cambia este concepto.

En un artículo publicado en el periódico Valor Econômico, Machado declara que la Ley Anticorrupción, tomando como parámetro las leyes extranjeras FCPA (Ley de Prácticas Corruptas en el Extranjero) y la Ley de Soborno del Reino Unido, introduce la responsabilidad estricta de la compañía, que puede ser castigada incluso si sus gerentes no lo han hecho. El acto ilegal está autorizado. En este caso, si un socio, empleado contratado o empleado del consorcio ofrece o paga una ventaja inadecuada a un empleado público, las sanciones se aplicarán a la empresa.

Las sanciones previstas por la ley brasileña son severas y prevén una multa administrativa de hasta el 20% de los ingresos brutos de la empresa. También existen sanciones en el ámbito civil, como la prohibición de recibir incentivos públicos e inversiones e incluso la disolución forzosa, una “pena de muerte corporativa” en opinión de los abogados Pierpaolo Cruz Bottini e Igor Tamasauskas, manifestada en un artículo publicado también por Folha de S. Paulo. en enero.

Según Bottini y Tamasauskas, la idea del legislador es que la compañía no solo cuide su reputación, sino que también garantice el comportamiento ético de aquellos con quienes trabaja. Existe un límite al sentido común, dada la imposibilidad de comprender completamente el carácter de los socios o empleados, pero el objetivo es alentar a la corporación a desarrollar sistemas de control interno para garantizar que todos los empleados mantengan una postura correcta en relación con el gobierno.

Esta preocupación es evidente con la posibilidad de reducir la sanción para la empresa que mantiene mecanismos internos para prevenir actos ilegales, códigos de ética, auditorías regulares y canales para quejas. El objetivo es fomentar el compromiso empresarial con una cultura ética.

Para los abogados, los impactos de la ley ya se han sentido. La mayoría de las empresas han revisado o creado reglas de buena conducta, han establecido estrictos estándares de conducta y han comenzado a colaborar con las investigaciones en sus instalaciones. A diferencia de tantas leyes que “no se mantienen”, la Ley Anticorrupción entró en vigor incluso antes de que entrara en vigor.

A pesar del impacto positivo, la nueva ley trae vaguedades que pueden conducir a importantes cuestiones legales. Para Machado, la falta de un solo órgano administrativo responsable de la aplicación de la ley, como Cade en la esfera competitiva, tiende a generar incertidumbre legal, una de las principales causas de la judicialización del proceso administrativo.