Ética, sé completo
En un artículo publicado en el sitio web Exame | Bússola, el presidente de ETCO habla de la conducta ética tanto en el ámbito personal como profesional, como algo indivisible.
La poesía de Fernando Pessoa enseña: “Para ser grande, ser íntegro… Ser íntegro en cada cosa…”, esta lección del gran poeta nos inspira a entender que la postura ética debe ser así, no se puede ser ético a la mitad, estar en la vida personal y no profesional o viceversa.
Lo mismo ocurre en el ámbito empresarial, las empresas deben basar su conducta en valores y principios y no aceptar desviaciones éticas. Tiene que estar lleno.
Por lo tanto, no es aceptable faltar al respeto a los derechos laborales y permitir prácticas de acoso, alegando que respetas los derechos de los consumidores o que cumples con los procesos de integridad, pero vendes productos falsificados o, para asegurar una venta, corruptos funcionarios públicos.
Es común que las empresas, al definir su misión, afirmen que tienen el deber de respetar las leyes, los consumidores, los empleados y que defienden la preservación del medio ambiente y la sostenibilidad. Sin embargo, como lo define Aristóteles: “La virtud está en transformar los valores en acción”. Por lo tanto, somos virtuosos si practicamos los compromisos adquiridos. No basta con hablar, tienes que hacerlo.
Esta transformación de intenciones en acción no es sencilla. La presión por resultados, en las empresas y el deseo o necesidad de comprar al menor precio, en las personas, puede fomentar la aceptación de desviaciones éticas y legales e incluso intentar justificarlas. En las demandas de Lava Jato, muchos empresarios intentaron explicar la corrupción masiva alegando que, si no actuaban así, su competidor lo haría. Se habrían visto “obligados” a aceptar propuestas indefendibles para garantizar la continuidad de la empresa y que esa era la regla del juego.
Esta inconsistencia ética no se puede sostener, el desarrollo de un país depende de la seguridad jurídica, es decir, reglas claras y la garantía de que todos las cumplirán es lo que incentiva y mantiene las inversiones y la generación de empleos e ingresos. El Instituto Brasileño de Ética de la Competencia - ETCO, creado en 2003, fue pionero en esta postura.
En Brasil, a raíz de la amplia repercusión de los escándalos de corrupción que azotaron al país, las políticas de integridad han cobrado gran importancia, con códigos de ética y canal de denuncias, incluso como condición para participar en los negocios.
Esta necesidad se convirtió en una postura demandada por inversores, consumidores y empleados más concientes, validando las métricas ESG, tan de moda, definiendo las obligaciones con el medio ambiente, con lo social (atención comunitaria; diversidad, inclusión, seguridad psicológica) y gobernanza (combatiendo cualquier desviaciones éticas y legales).
Se instó a las empresas a asumir compromisos de respeto a la convivencia y la ética, no aceptando desvíos, en todos sus departamentos y áreas de actividad, exigiendo lo mismo a proveedores y clientes. La esfera pública también se ha ido alineando con esta política, con la instalación de contraloría, asuntos internos y defensores del pueblo, fomentando una cultura de integridad.
Acompañando a este movimiento, las asociaciones representantes de los sectores productivos también deben adoptar parámetros de conducta sectorial. La lucha contra la corrupción, la defensa de la legalidad y los parámetros ASG no pueden ser actitudes aisladas, tiene que ser amplia. Para una buena convivencia en el entorno empresarial, la postura uniforme de cumplimiento de la ley y la ética en los segmentos productivos preserva la seguridad jurídica.
De hecho, la autorregulación es un camino que se debe impulsar, definiendo el código deontológico sectorial, buscando prevenir las actividades ilícitas, estableciendo un canal de denuncia, en definitiva, orientando a todos a respetar la ley, fomentando la preservación de la competencia leal y desarrollo de un mercado sólido en principios y valores.
El momento de la tragedia que enfrentamos con la pandemia demuestra que la valoración de la ética es fundamental, sobre todo dado el oportunismo criminal de quienes aprovecharon la urgencia por obtener ventajas a costa de la salud pública.
La cultura comportamental del entorno empresarial debe evolucionar, valorando la proactividad, con líderes liderando los caminos éticos de las empresas, con el apoyo de las asociaciones del sector, sin quedar a merced de mandos externos que señalen desvíos. Quienes mejor conocen el mercado deben actuar para aislar las prácticas que erosionan la credibilidad y desfiguran los objetivos legítimos del sector privado, que, para ser preservado, debe seguir las mejores prácticas.
Esta integralidad ética, preventiva y protagonista redunda en beneficios para toda la sociedad y hay que potenciarla.