2023

El año posterior a la decisión debe agregar competencia, combatir la corrupción, enfocándose en la efectividad para estimular el desarrollo y combatir las desigualdades

Edson Vismona | Examen de brújula
01/11/2022

Nos acercamos al 2022, pero ya podemos imaginar cómo será el 2023, el conjunto de obras desde las elecciones de 2018 ya está definido.

En 2022 viviremos el último año del proceso electoral, que comenzó en 2019. Nunca en la historia de este país una elección había comenzado tan temprano. Gran parte de lo que se decidió en la esfera política fue con pensamientos dirigidos a elecciones generales.

Los proyectos llevados al Congreso, o que salieron de él, dejaron de lado las reformas estructurales necesarias y se enfocaron en objetivos que ayuden a aumentar los recursos del partido; presupuesto secreto para enmiendas parlamentarias (¿puede eso?!); techo corredizo del gasto, con una apertura a superar para obtener holgura presupuestaria para programas que puedan ganar votos, sin importar las consecuencias para el futuro y los impactos que cause en las cuentas públicas y la seguridad jurídica; alto desempleo; inflación y tipos de interés altos y todo ello con la justificación de que es para servir a los pobres que realmente están, como siempre, muy perjudicados y que, al final, seguirán pagando las facturas.

En este dramático escenario, la economía, destrozada por la pandemia, no reaccionó en "V", como afirman los optimistas. En 2021, entramos en una recesión técnica, lo que dificulta una recuperación en 2022.

Y, finalmente, se profundizará el precoz proceso electoral, que será de muy bajo nivel, con opositores en un libre para todos que, seguro, avergonzará a toda nuestra nación. Algunos de los llamados caminos rezumarán odio siguiendo la máxima de “nosotros contra ellos”.

Todo indica que propuestas concretas y factibles para estimular el desarrollo, la generación urgente de empleo, la atracción de inversiones, la atención a la seguridad jurídica, quedarán en un segundo plano.

Las reformas, siempre recordadas y nunca ejecutadas, tributarias, administrativas y, ahora olvidadas, políticas, hay que tocarlas, al fin y al cabo, abordarlas con la debida seriedad puede significar la pérdida de votos y apoyos.

¿Puede esta imagen considerarse pesimista o es realista?

Los hechos, estos aburridos, demuestran que esa es nuestra realidad y tratarán de vendernos, una vez más, el truco, que un líder nos salvará de esta triste situación. Lo peor es que no aprendimos y seguiremos creyendo en este sueño, del salvador de la patria.

Una vez superados los retos y traumas del 2022, podremos, dependiendo del resultado de las elecciones, llegar al 2023 con renovada ilusión, a la que siempre nos aferramos.

Lo cierto es que la racionalidad en la política nunca ha sido tan necesaria, que hay una concertación en torno a propuestas que se llevan a cabo para que podamos empezar a dar en el rumbo correcto, sin Sebastián, con la claridad de que el daño no se superará con bondad. promesas y que no hay magia para que podamos superar tantas dificultades.

Conocimiento, experiencia, grandeza de nuestra economía, nuestra fuerza laboral y riqueza, no nos faltan. Sabemos que lo tenemos todo, pero nunca nos enfrentamos al desafío de afrontar las dificultades con seriedad y responsabilidad para hacer valer nuestras ventajas competitivas. Nos quedamos lamentando nuestro destino en lugar de luchar por soluciones y logros.

Los líderes tienen el deber de señalar direcciones y el coraje de decir que no será fácil. Tenemos que superar la sensación de que podemos tenerlo todo sin costo, que la factura siempre se puede presionar.

La discusión sobre el tamaño del Estado que nos podemos permitir y que el erario público no es interminable y resulta de los impuestos que todos pagamos, mejor, casi todos, hay que explicarle a la población. No se trata de recortar inversiones y ayudas a los más pobres, sino recortar el despilfarro, con la certeza de que no se pueden hacer ajustes solo por el lado de los ingresos. Tenemos, como cualquier persona que administra una casa, para equilibrar los gastos con lo que es posible recibir. No hay lugar para aumentar los impuestos, pero sí para la racionalización de gastos.

En este contexto, conviene recordar que existe una disposición en nuestra Constitución Federal que ya determina cómo debe actuar la administración pública y que, de ser respetada, ayudaría a superar muchas de nuestras aflicciones. Este es el artículo 37, que define los principios imperativos: legalidad, impersonalidad, moral, publicidad, eficiencia y también incluye la participación del usuario de los servicios públicos. Así, ser responsable, sumar competencias, luchar contra la corrupción, centrarse en la eficacia para estimular el desarrollo y luchar contra las desigualdades no puede ser una quimera.

Para que no siga siendo una determinación constitucional confrontada todos los días, sería interesante que en todos los debates electorales se recordaran sus excelencias, los candidatos, sus obligaciones como servidores públicos.

Mayo de 2023 será el año del artículo 37.