La reforma de la muerte reforma tributaria

por ETCO

Fuente: Observatorio Municipal de Información, 05/03/2009

La reforma fiscal va a morir de muerte. A diferencia de lo que proclaman los defensores del proyecto gubernamental, no morirá de muerte asesinada a manos de la oposición al gobierno. Ni por economistas, docentes, intelectuales y políticos comprometidos en proyectos personales o de fiesta. La actual reforma fiscal fue condenada a muerte por pobreza creativa y por sus propias inconsistencias, defectos e inexactitudes.

A pesar de las perentorias afirmaciones, repetidas semestralmente por los últimos gobiernos de que “esta vez pasa la reforma”, la probabilidad de que esto ocurra es mínima, por no decir nula. Esto se debe a que desde 1992, cuando se intentó revisar la Constitución de 1988, las propuestas presentadas por el gobierno a la Cámara de Diputados siempre han sido las mismas, con pequeñas variaciones ocasionales.

De hecho, todas las propuestas oficiales de reforma tributaria tienen en común la misma filosofía ortodoxa, convencional, que Roberto Campos calificó de patéticos intentos de “mejorar lo obsoleto”. No son reformas, como se esperaba, sino ajustes y adaptaciones de un modelo tributario que ha venido sufriendo un proceso de degeneración crónica hacia un conjunto de normas tributarias sin coherencia lógica y totalmente desprovisto de funcionalidad.

En realidad, los pseudorreformistas de los últimos dieciséis años no han hecho más que repetir viejas y gastadas palabras de moda de los libros de texto de introducción a las finanzas públicas, como el rechazo acrítico de los “males de la acumulatividad” y la disculpa intrascendente por los impuestos al valor agregado. Al mismo tiempo, cierran los ojos a los problemas reales que aquejan a la tributación brasileña, como la burocracia pantagruelic que se ha apoderado del sistema, la infame corrupción que surgió de la putrefacción de las relaciones gobierno-contribuyente y el desaliento de la producción y creación de empleo provocado por explosión de costos operativos y administrativos impuestos por obligaciones tributarias accesorias. Todos olvidamos que estas nefastas características de nuestro modelo fiscal son consecuencias directas del modelo “ideal” construido en las torres académicas de marfil. La consecuencia es que el darwinismo fiscal genera monstruos deformados, pero muy adaptados a las imposiciones disfuncionales de una tecnocracia tomada por el “delirium tremens” de la borrachera burocrática.

La propuesta aprobada por la Comisión Especial de Reforma Fiscal es la máxima expresión de estas distorsiones. Los conceptos son imprecisos y alteran profundamente el volumen de ingresos disponibles para las unidades federativas del país, como ha demostrado valientemente el gobernador José Serra, no por la avaricia imparable de los gobernadores estatales ricos, como afirman los representantes del gobierno, sino por pura civilidad. federativo y debido al refinado rigor técnico. Los dispositivos de distribución de impuestos buscan alcanzar un nivel de ajuste fino para garantizar la neutralidad distributiva que raya en lo ridículo, y solo exacerban la sospecha de que la asignación de ingresos se convertirá en un oscuro proceso de voluntariado por parte del grupo de gobierno. La complejidad de los procesos, las disposiciones transitorias y los plazos prolongados y desiguales para su implementación hacen que los gobiernos estatales y municipales sean cada vez más resistentes a cualquier pérdida de competencia fiscal.

La intención de redistribuir los ingresos del principal impuesto del país, el ICMS, a favor de las regiones consumidoras no va acompañada de ninguna simulación numérica de sus consecuencias. Los "expertos" gubernamentales alegan que el tema de las tasas impositivas es un tema infraconstitucional y que una discusión prematura perturbará los debates. Cobran un cheque en blanco de gobernadores y alcaldes.

Además, vale la pena mencionar que el cambio en el criterio para compartir ICMS, al dañar a los grandes municipios, crea resistencia por parte de los alcaldes de las ciudades más ricas, y esto tiene un peso importante para la muerte de la reforma tributaria.

La reforma tributaria exigida por la sociedad brasileña no es la que se está discutiendo en Brasilia. No se simplifica, aumenta la complejidad en el proceso de compartir, baraja las competencias fiscales actuales y, probablemente, aumentará la carga fiscal de los contribuyentes. El resultado inevitable será un aumento de la evasión y la corrupción, la competencia desleal entre quienes más evaden sus obligaciones y la pérdida de competitividad de la economía nacional.