Simplificación del sistema tributario.

por ETCO

Autor: Celso Diniz Gonsalves

Fuente: O Globo, 29/11/2007

Hemos escuchado críticas casi diarias de la carga tributaria actual. Está claro que el peso significativo de los impuestos obstaculiza el desarrollo del país, ahuyenta a los inversores y fomenta la informalidad. Sin embargo, poco se dice sobre la irracionalidad del sistema tributario brasileño.

Hoy tenemos impuestos que se gravan sobre bases prácticamente idénticas (Impuesto sobre la Renta y Contribución Social); aportaciones a la facturación de las empresas (PIS y Cofins); impuestos y contribuciones requeridos sobre la importación de insumos, bienes y bienes de capital (Impuesto de Importación, IPI, ICMS, ISS, PIS y Cofins) e impuestos sobre bienes o servicios producidos o comercializados (IPI, ICMS e ISS). Agregue a ellos el IOF (que grava cinco hipótesis de operaciones financieras), el Impuesto a la Renta en Fuente, Cide, IPTU, ITCMD, ITBI, ITR, IPVA y CPMF, sin olvidar el aporte al INSS y su penduricalhos (entendido así los diversos aportes al sistema “S”, seguro de accidentes de trabajo, salario de educación, cotización sindical obligatoria), además, por supuesto, de los impuestos federales, estatales y municipales instituidos bajo las más diversas etiquetas.

Desafortunadamente, el contribuyente es un verdadero rehén de numerosas reglas que establecen reglas, no solo para el cálculo y el pago, sino también para la declaración de esos impuestos. En otras palabras, además de soportar una carga impositiva muy alta, también es víctima de una burocracia infernal que requiere que proporcione periódicamente información detallada sobre cada impuesto adeudado.

Este sistema, resultado de la premisa errónea de que el sistema federativo requiere necesariamente de autonomía para que cada entidad tributaria instituya y regule sus propios impuestos, y la resistencia - especialmente de la Unión - a compartir sus ingresos con los estados y municipios, es absolutamente incompatible. con la realidad de un país que anhela la modernización y la inserción en la economía globalizada.
"Es humanamente imposible, incluso para los operadores más conocedores, cumplir estrictamente con todos los actos administrativos que son editados diariamente por las autoridades competentes"


Esta supuesta autonomía ha propiciado la multiplicación de tipos de impuestos y contribuciones, resultando en un verdadero monstruo que no duda en asfixiar al contribuyente que no conoce, en detalle, el complejo entramado de reglas, un verdadero “carnaval fiscal”.

Ahora, es humanamente imposible, incluso para los operadores más expertos, cumplir estrictamente con todas las leyes, medidas provisionales, decretos, ordenanzas y resoluciones y otros actos administrativos menores que son editados diariamente por los poderes competentes. Esto muestra la enorme distancia que separa a los burócratas, que establecen estándares, de la realidad experimentada por el contribuyente, especialmente el propietario de una pequeña empresa.

El resultado de esto es que, para cumplir con todos los requisitos previstos en la legislación fiscal, las empresas deben mantener departamentos especializados en el control y pago de impuestos o recurrir a terceros que tengan la capacidad de hacerlo, soportando la carga respectiva. Finalmente, este costo se agrega al de los impuestos mismos y se transfiere al consumidor final, lo que afecta el precio final de los bienes.


Lo peor de todo es que, en aras de la conveniencia absoluta, las entidades tributarias han recurrido, cada vez con más frecuencia, a los impuestos bajo el régimen de fuente o de responsabilidad tributaria, lo que agobia aún más a quienes producen riqueza y lo hace aún más caótico. nuestro sistema ya complejo y maltratado.

Este caos “burrocrático” sólo se resolverá en cuanto la Unión, estados y municipios tomen conciencia del problema y renuncien a esta supuesta autonomía, facilitando la vida del contribuyente y permitiendo un mayor control de la recaudación, en beneficio de todos.

¿Por qué no unificar los impuestos que tienen la misma base de cálculo y evento imponible, compartiendo el resultado entre las entidades tributarias, como, de hecho, la Constitución Federal ya establece en relación con el impuesto sobre la renta y el IPI? ¿Por qué no consolidar la legislación de cada impuesto en el mismo diploma legal? ¿Por qué no hacer la vida más fácil al contribuyente, que no tiene otra alternativa que seguir soportando la carga burocrática exagerada, además del impuesto?

Se dirá, una vez más, que este fenómeno es el resultado de nuestro sistema federativo, que impone la descentralización administrativa. Nada podría ser más falso, porque el régimen republicano solo tiene motivos para serlo si sirve a los intereses de quienes lo eligieron democráticamente. Si en lugar de ayudar al sistema, obstaculiza a quienes contribuyen a su sustento, entonces sería mejor revisar su conveniencia lo antes posible.


Depende de cada uno de nosotros exigir a nuestros representantes en los poderes constituidos, en los tres niveles de la federación brasileña, la racionalización del sistema tributario para el beneficio de todos, en paralelo con la reducción de la carga tributaria. Esta racionalización sin duda traerá beneficios para todos, incluidas las entidades tributarias, y aumentará la transparencia de la administración, permitiendo que cada uno sepa exactamente cuánto está contribuyendo al costo del Estado.

No sería una exageración prever que esta racionalización conducirá a un aumento de la recaudación, debido a la mejora de los controles y al fácil acceso de los contribuyentes a los medios de pago, sin la necesidad de un aumento en la carga actual. Para hacerlo, todo lo que se necesita es la voluntad, el coraje y la determinación de nuestros líderes en la búsqueda de un modelo compatible con nuestra realidad y nuestras necesidades.


Celso Diniz Gonsalves es abogado y asesor fiscal.