El retorno de la economía de la depresión.

por ETCO

Autor: Paul Krugmann

Fuente: O Globo, 15/11/2008

De hecho, probablemente no veremos una tasa de desempleo igual al pico del 10,7% en la depresión posterior a 1982 (aunque, desafortunadamente, no puedo garantizar esto).


Sin embargo, ya estamos dentro del ámbito de lo que yo llamo la "economía de la depresión".

Con esto, me refiero a un estado de cosas como el de la década de 30, en el que los instrumentos habituales de política económica, sobre todo, la capacidad de la Reserva Federal (Fed, el banco central estadounidense) para estimular la economía mediante la reducción de las tasas de interés, han perdido fuerza.

Cuando prevalece la economía de la depresión, las reglas comunes de la política económica pierden su aplicabilidad: la virtud se convierte en adicción, la precaución en riesgo y la prudencia en locura.

Para entender lo que digo, considere las implicaciones de las últimas malas noticias en la economía: el aumento de las solicitudes de beneficios de desempleo, publicado el jueves, que han superado la marca de medio millón. Por terrible que parezca, estos datos, vistos de forma aislada, pueden no parecer catastróficos.

Después de todo, es aproximadamente el mismo número que las recesiones en 2001 y 19901991-XNUMX, y ambos terminaron siendo relativamente leves. Sin embargo, en estas dos ocasiones, la reacción estándar a la economía debilitada (un recorte de tasas de la Fed) aún funcionó.

Hoy, no más: la tasa ya es muy baja. Es decir, no queda mucho por cortar.

Y, sin la posibilidad de nuevas reducciones en las tasas de interés, no hay nada que pueda contener la contracción de la economía.

El aumento del desempleo causará una reducción en el gasto del consumidor. Esto, a su vez, conducirá a recortes en los planes de inversión de las empresas. Y la economía debilitada causará más despidos, alimentando el ciclo de contracción.

Para salir de esta espiral descendente, el gobierno federal tendrá que proporcionar un estímulo económico en forma de más gasto público y ayuda para los afectados por la crisis, y el paquete de estímulo no llegará a tiempo ni será lo suficientemente fuerte, a menos que los políticos y economistas trascender varios prejuicios convencionales.

Uno es el miedo a la pintura roja. En tiempos normales es bueno preocuparse por el déficit fiscal: la responsabilidad fiscal es una virtud que tendremos que volver a aprender una vez que la crisis haya terminado. Pero cuando la economía de la depresión domina, esa virtud se convierte en una adicción.

Otro prejuicio es que la acción del gobierno debe ser cautelosa. En tiempos normales tiene sentido. Pero en la situación actual, la precaución es un riesgo, porque los cambios para peor ya están ocurriendo y cualquier retraso en la reacción aumenta las posibilidades de un mayor desastre económico.

Finalmente, en términos normales, la modestia y la prudencia en la política económica son cosas buenas. Pero hoy, es mejor cometer errores haciendo más que haciendo menos. El riesgo, si el paquete de estímulo resulta excesivo, es que la economía se sobrecalentará, alimentando la inflación, pero luego la Fed puede elevar las tasas de interés.

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